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  • Foto del escritorÁngeles Barragán Galán

¿Sabes para qué sirven las emociones?

Actualizado: 10 ago 2020



Hace tiempo en psicología se pensaba que las emociones no eran más que un estorbo para la mente racional y que para tomar buenas decisiones debíamos dejar las emociones a un lado.


¡Qué equivocada estaba esta idea!


¿Sabías que las emociones son las que nos permiten dar significado a las experiencias que tenemos?


Sí, por eso son fundamentales porque nos permiten organizar el mundo en lo que es positivo y en lo que es negativo para nosotros.


No es el pensar, es primeramente la emoción la que determina si una situación representa una ventaja o un inconveniente. Y cuando algo es positivo nos mueven a acercarnos y cuando es negativo hacen que nos retiremos de ello.


¿Te das cuenta de lo importantes que son?


Si, ¿verdad?


Pues igualmente importantes es saber definirlas y pensar sobre ellas, porque si las emociones nos están danto una información valiosa sobre lo que estamos viviendo, necesitamos saber qué nos dicen, que nos indican. Necesitamos saber gestionarlas.


Las emociones surgen en el cerebro emocional o sistema límbico.


La parte del cerebro superior que recibe la información del cerebro emocional y cuya función es pensar sobre las emociones, es el córtex prefrontal.


Cuando nacemos no tenemos conexiones entre nuestro sistema emocional y el córtex prefrontal. Esto significa que los bebés sienten disconformidad, pero no saben bien a qué se debe, no saben si tienen hambre, si están mojados, o si tienen miedo.


Necesitan del adulto para que les de sentido a lo que están sintiendo. Cuando el adulto es capaz de conectar y entender lo que le pasa al bebé y le atiende, ocurren dos cosas. Se comienzan a generar conexiones con el prefrontal y el bebé comienza a tener conciencia de si mismo.


Esta tarea será necesaria durante toda la infancia y la adolescencia, porque ¡el córtex prefrontal no termina en realidad de madurar hasta bien pasados los 20 años!


Los niños inconscientemente lo saben. No pueden gestionar sus emociones y es por ello que las expresan y muestran a los adultos que tienen a su alrededor, para que les ayuden con ellas.

No es que nos quieran molestar, enfadar, retar, picar, agobiar, saturar. No es que no nos respeten, no nos quieren, no nos consideran.


Nada de eso. Es simplemente que necesitan ayuda para que alguien comprenda cómo se sienten, lo nombre, lo entienda y con ello les ayude a pensar y a elaborar la situación.


¿Qué mejor manera de hacerlo haciéndote sentir exactamente lo mismo que sienten ellos?


En el ejemplo del post anterior, la situación cambiaría mucho si los padres que se sienten tan enfadados y decepcionados con la actitud de su hijo, supieran que esos son los sentimientos que también tiene su hijo y que simplemente necesita ayuda para tramitarlos. Es su cumpleaños, pero es pequeño para encajar la frustración de ver que el regalo no era lo que esperaba, y necesita ayuda para digerir la situación.


Hay mil ejemplos más de situaciones que pueden frustrarles, enfadarles, decepcionarles, atemorizarles y que van a necesitar nuestra ayuda para pensarlas. Por ejemplo, que no puedan comerse la chocolatina cuando quieren, que nazca un hermano, que papá y mamá salgan solos a cenar, ir al colegio por primera vez, que un amigo les diga que ya no les quiere, que su profesora les regañe en público, que no les prestes atención…


Sin saber esto, que nosotros somos los gestores de las emociones de nuestros hijos, yo creo que es más fácil reaccionar impulsivamente ante sus emociones.


Creemos que lo principal que tenemos que enseñar a nuestros hijos es modales, a ser obedientes, a seguir las normas, a comportarse bien, y desconocemos que a esto se llega más fácilmente si les enseñamos a gestionar sus emociones.


Conocer el mundo emocional de los niños para saber a qué nos enfrentamos, y saber que sí o sí nos necesitan para que les ayudemos a gestionar enfados, angustias, miedos, alegría desbordante…puede ayudarnos mucho en nuestra labor como padres.


Pero también tenemos que saber, que nuestra capacidad para gestionar las emociones ajenas depende de si somos capaces de gestionar las nuestras, y que esto depende de la educación que hayamos recibido.


Es posible que nos muestren nuestros puntos débiles, pero al fin y al cabo no deja de ser una oportunidad para darnos cuenta en qué tenemos que cambiar. Por ello creo que la educación de los hijos supone para nosotros una gran oportunidad para crecer como personas.


¿Te interesa este tema?


Sigue pendiente de mis posts.



Ángeles Barragán Galán


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